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En lo
hondo de la selva amazónica, un pescador de la tribu de los desana se sienta
sobre una roca alta y contempla el río. Las aguas se deslizan, llevan
peces,pulen piedras, aguas doradas por las primeras luces del día. El pescador
mira y mira y siente que el viejo río se hace flujo de su sangre por las venas.
No pescará el pescador hasta que haya enamorado a las mujeres de los peces.
Cerquita,
en la aldea, se prepara el cazador. Ya vomitó, ya se bañó en el río, ya está
limpio por dentro y por fuera. Bebe ahora infusiones de plantas que tienen el
color del venado, para que sus aromas le impregnen el cuerpo, y se pinta la
cara con la máscara que el venado prefiere. Después de soplar humo de tabaco
sobre sus armas, camina suavemente hacia el manantial donde el venado bebe.
Allí arroja jugo de piña, que es leche de la hija del sol.
El
cazador ha dormido solo estas últimas noches. No ha estado con mujeres ni ha
soñado con ellas, para no dar celos al animal que perseguirá y penetrará con la
lanza o las flechas.
Reichel-Dolmatoff,
Gerardo y Alicia, Estudios antropológicos, Bogotá,
Inst.
Colombiano de Cultura, 1977.
Extraído
de "Memoria del Fuego" "Los Nacimientos" de Eduardo
Galeano.